sábado, 29 de octubre de 2011

Tras seis veranos y dos millones de años...



Me siento en la hamaca para mirar al cielo y escuchar, así me lo pide Sharli: "mientras hago café, venga, a ver cómo te sientes después", y así lo hago... al poco tratando de sentirme absorta no puedo evitar coger el cuaderno:

"En general nunca me han gustado demasiado las tardes, quizás porque hay en ellas una apacible belleza que no soy capaz de atrapar, tiendo a pensar que son "lo que queda del día"... y antes, antes no era tan "así".

Las de primavera y otoño, como ahora, siempre me hacen retornar a mi niñez esa extraña y lejana época feliz que apenas ya parece mía.

Veo edificios e imagino a sus habitantes tras las ventanas ya encendidas haciendo una vida normal, a gusto, ignoro cualquier problema que puedan tener para mi todos son libres y están contentos haciendo lo que les viene en gana... y pienso que puede que esa niña esté habitando aún tras esos edificios, quizás es por todo lo que ya no puedo, quizás ahora, las tardes me llevan más a un "nuevo final por fin" que a un nuevo principio tras el descanso de otra jornada llena de anécdotas, quéhaceres, diversión... vida.

Simplemente ver el efímero atardecer, sentir cómo decrece el ruído del día, de los coches, de las obligaciones y es sustituído por sonidos, melodías, visiones cuyo delicioso volumen aumenta... pájaros, brisa, cielo, colores, niños, juegos, autobuses de vuelta a casa... me transporta a una infancia casi onírica mientras mi actual yo sobrevive en su mayoría esperando, soportando, aguardando... como una eterna condena que empezó alguna vez.

...y sin poder "irme a soñar al fin" como antaño soñaba abrazando la almohada, pensando que todo era posible, que de hecho todo iba a suceder tal y como lo soñara aquella noche de cientos o miles... cuando aprendía apenas a caminar en lo incierto sin saber nada, antes incluso de entonces, cuando aún nada había ni siquiera sucedido.

Puede que empezara a hacer cosas de mayores demasiado pronto y sin embargo, aún tengo tanto que crecer, que hacer, que vivir, que aprender...

Ya casi es de noche, aún no cerrada.

Como escuché ayer al protagonista de una película... "tras seis veranos y dos millones de años".

Océano Mar.

lunes, 3 de octubre de 2011

El Tablero


La tienda simulaba un bazar llena de objetos de todas las formas, tamaños, épocas... realmente nada de lo que veía debaja de gustarme hasta que reparé en un tablero cuadrado de unos 30 cm de largo por cada lado. Estaba sobre un estante a unos metros de mi, quizás 4 ó 5, no podía apartar la vista de él, desde allí podía observar que la superficie simulaba la de un tablero de ajedrez y muchas piezas diminutas y aparentemente desordenadas lo poblaban sin tener nada que ver con las reglamentarias piezas del juego original.

Reparé en cuatro de ellas muy similares entre sí colocadas en cada una de las esquinas. Aparentaban ser toros o búfalos esculpidos de una sóla pieza de madera, cada una de ellas en forma de media luna, los rasgos del animal estaban tallados en esos tarugos casi semicirculares y sus cabezas apuntaban al centro del tablero quedando en diagonal con respecto a la posición de los cuadros del mismo. Digamos que cada uno miraba al de la esquina opuesta cruzándose así sus miradas justo en el centro de la tabla.

Tanto lo observé que en un extraño efecto óptico nos acercamos hasta encontrarme justo frente a él, sin embargo ninguno nos movimos de nuestro sitio. Era de madera y alguna aleación de metal pero no podría asegurarlo. Tampoco podría describir sus colores aunque una capa sepia semitransparente lo cubría todo, alguna mancha dorada, otra gris, era confuso y exacto.

Algo se escapaba a mi mirada hasta que a fuerza de no apartar la vista comencé a notar como aquellos animales intercambiaban sus posiciones en diagnal de manera arbitraria quedando el uno en el lugar de su opuesto. Supongo que algo ralentizó los movimientos para que pudiera casi atraparlos con la mirada... ¡¡saltaban!! unos segundos de quietud y uno de ellos intecambiaba su posición con el opusto a la vez o pocas milésimas de segundos después lo hacían los contrarios, de manera que una estela de dos arcos cruzados quedaba brevemente flotando sobre el tablero hasta desaparecer.

En uno de aquellos saltos pude ver atrapada en uno de los toros la cara de una anciana hasta difuminarse, después en otro lugar un hombrecillo se tiraba del animal rodando sobre el tablero hasta desparecer... parecían imágenes proyectadas pero tan reales como todo lo demás.

Ya estaba en mis manos, lo observaba por arriba, por abajo, de soslayo, no comprendía el mecanismo. Más tarde reparé en la exactitud de las pequeñas formas que lo poblaban al margen de los cuatro animales que continuaban su andadura y alargaban mis visiones; en cada triángulo formado por el cruce de estelas en movimiento y su respectivo lateral había un sillón diminuto, una pequeña mesa y un libro de instrucciones.

Mi mente se activó tratando de comprender ¿acaso se trataba de algún desconocido y peligroso juego de mesa? pero entonces ¿cómo acceder al tablero?

Parecía evidente que una vez decidieras jugar debías elegir muy bien por cuál de los cuatro lados/triángulos subir a la tabla. Una vez allí ya no podías volverte atrás, ¿quién sabe que pasaría de cruzarte con las estelas temporales? Una vez sentado en el sillón la lectura de las instrucciones era imprescindible (por ello era necesario un cómodo sofá), entonces llegaba la siguiente elección ¿qué animal escoger el de la derecha o el de la izquierda? supongo que todo dependía de a dónde quisieses llegar ya que todo parecía formar una rosa de los vientos: norte, sur, este, oeste. Al subirte a la montura cualquier cálculo era impredecible, podías aparecer en cualquier lugar o plano, en cualquier mundo o en ninguno, y una vez allí pasar pruebas que ni me imagino sin perder de vista tu montura pues era la única forma de regresar al tablero, pero... ¿y si no regresabas a él?, ¿y si en alguno de esos cruces quedabas atrapado en una montura diferente que te volvía a transportar a otro lugar?, ¿acaso era cuestión de lógica?, ¿de azar?...

Lo único que parecía evidente era que el primer o principal libro de instrucciones se había perdido quién sabe cuándo o dónde ya que desde mi tamaño me era imposible acceder a él.

Esto he soñado hoy después mucho tiempo de sueños vacíos, si alguien tiene a bien continuar el relato quedaré agradecida, quizás alguien soñando alguna vez lo tuviera entre sus manos, quizás encontremos el libro perdido y el sentido del juego.
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